Esta semana pensaba escribir sobre una bonita canción de Françoise Hardy, pero hete aquí que a nuestro insigne presidente del Gobierno se le ocurrió darnos varias buenas nuevas, a saber: subida de impuestos, recorte de prestaciones y porrazos a granel para los que salen a la calle para protestar por todo ello. Parafraseando doblemente a Johnnie Rotten y a Aída-Carmen Machi, “no se puede cantar canciones de amor desde la cola del paro” y “no tengo el chichi pa’ farolillos”, así que me reservo a la Hardy para otro día que tenga menos mala leche. De paso, aprovechemos para conmemorar una fecha gloriosa para la Historia del Rock y de la humanidad en general: ayer se cumplieron 50 años de la primera vez que
The Rolling Stones se subieron a un escenario, en el Marquee Club de Oxford Street, Londres.
Durante muchos años me negué rotundamente a asistir a conciertos de los Stones (o de los Rolling, como les llaman mis padres; hay por ahí una teoría sobre qué tipo de gente les denomina de una u otra manera, pero eso es tema para otro post). ¿Qué sentido tiene ver a unos viejunos que ya han vivido su mejor momento artístico tocando canciones compuestas en un momento de su vida que no tiene nada que ver con el actual?, pensaba. ¿Qué rabia juvenil pueden conservar unos multimillonarios septuagenarios que han entrado de lleno en el sistema al que escandalizaban en los 60? Sinceramente, sigo pensando esto de ciertas bandas y soy de las que creen que más vale dejar un legado musical mítico que arrastrarse por los escenarios en busca de "cash" cuando hace años que tu grupo ha dejado de tener sentido. Sin embargo, en el caso de Sus Satánicas Majestades, tengo que decir que me equivoqué. Les vi finalmente hace unos cinco años en el Vicente Calderón con mi amiga Sole, y bueno… flipé, la verdad, me pareció un directo increíble (dejando al margen su gusto excesivo por los fuegos artificiales y la fanfarria escénica y el feo gesto de largarse en su limusina al final del concierto dejando creer al público que iban a salir para otro bis).

Es bastante complicado elegir una canción de su inmensa colección de maravillas, y es que la discografía completa de Jagger and Cía. (bueno, al menos la de los 60 y 70) debería ser declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad. He seleccionado, tras pensarlo mucho,
Gimme Shelter, que abre uno de los discos de los Stones que más me gustan,
Let it Bleed. Grabado en 1969, ya sin Brian Jones (que moriría poco después) y con el guitarrista Mick Jones en su lugar, pasa por ser uno de los mejores álbumes de la banda y contiene otro temazo indispensable, esa lección de vida llamada
You Can’t Always Get What you Want. Claro, no puedo dejar de mencionar esa fantástica
portada de
Robert Brownjohn.
Considerada por la revista Rolling Stone una de las 500 mejores canciones de todos los tiempos y firmada por Jagger y Richards,
Gimme Shelter es un bombazo que te deja enganchado desde los primeros acordes de la guitarra de Keith. Los coros de la cantante de soul y gospel Merry Clayton aportan un estupendo contraste con la voz de Mick. En cuanto a la letra, habla de tiempos oscuros, de tiempos duros donde la violencia está en las calles, “a un tiro de distancia”, con el trasfondo de la Guerra de Vietnam, las revueltas universitarias… Tiempos oscuros, como estos que vivimos. Pero también deja lugar a la esperanza.
Como es bien sabido, Martin Scorsese es un gran fan y amigo de la banda. Imagino que
Gimme Shelter es también uno de sus temas favoritos, a la vista de las veces que la ha incluido en las bandas sonoras de sus películas (está en Casino, en Uno de los nuestros y en Infiltrados, por lo menos).
Mi deseo para el fin de semana: que encontréis un refugio calentito y seguro, a salvo de toda la mierda que está cayendo. ¡Salud!