DIEZ AÑOS DE CBR

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viernes, 11 de abril de 2014

Ça plane pour moi (by Carol)

Ça plane pour moi
Plastic Bertrand, ese hombre
‘Ça plane pour moi’ es una de esas canciones que tienes en la cabeza desde siempre y te flipan y siempre te hacen bailar cuando las pinchan en la radio o en un tugurio, pero no sabes ni quién la canta ni de dónde sale. Cada vez que la escucho pienso en mis amigas francófonas Aline y Carla, y eso me pone aún de mejor rollo si cabe. En realidad este post fue mentalmente escrito hace unas cuantas semanas al otro lado del Canal de la Mancha, una noche en que estábamos Carla y yo zampándonos un excelso queso de cabra corsa y un tinto (regulero, aunque de nombre irresistible: Quirky Bird) mientras sonaba esta canción.

El caso es que tras rebuscar un buen rato por Intenné sigo sin tener nada claro de dónde sale, o mejor dicho, si fue primero el huevo o la gallina. Me explico. ‘Ça plane pour moi’ es un tema del año 77 del cantante belga Roger Allen François Jouret, conocido artísticamente como Plastic Bertrand; un rubiales con pintillas peculiares y un caso claro de “one hit wonder”. Pero me he dado cuenta de que no conocía este tema como tal, sino que el que estaba incrustado en mi cocorota era el ‘Jet Boy, Jet Girl’ de The Damned, que a su vez es una versión del compuesto por Elton Motello (otro tremendo personaje). No he conseguido discernir cuál de los dos es el original, ya que en Wikipedia y otros foros hay información contradictoria al respecto. Y para rizar aún más el rizo, en 2010 se destapó que Bertrand había hecho un “Milli Vanilli” y sólo ponía el jeto: quien realmente cantaba era el productor y autor de la canción, Lou Deprijck. En fin, un cristo.

viernes, 16 de marzo de 2012

La cuenta atrás (by Carol)


Todo empezó con esta canción.

Andaba yo curioseando en la colección de discos de un novio que tenía por entonces y me topé con éste (en edición vinilo, claro). Conocía vagamente a Los Enemigos y un amigo común hablaba de ellos sin parar, pero nunca los había escuchado con atención. “¿Me lo dejas?”. Y me lo llevé a casa.

Así fue como me hice enemigoadicta y sigo siéndolo veinte años después de escuchar por primera vez La cuenta atrás. ¿Que qué pasó con el noviete de marras? Mejor ni hablar; pero para ser justa, tengo que decir que le debo muchos descubrimientos musicales. (Y sí, le devolví el disco).

Los Enemigos cambiaron mi vida. Lo sé, es un lugar común y puede sonar exagerado, pero es totalmente cierto. No sólo porque su música me abrió nuevos caminos hacia sonidos ignorados por mí hasta el momento, sino porque están asociados a un vuelco vital importante, a personas que conocí entonces y que contribuyeron, aunque fuera indirectamente, a que saliera del maldito agujero adolescente en el que estaba metida hasta las orejas.

Voy a ser de nuevo vehemente. En mi opinión, Los Enemigos son el mejor grupo de rock en español que ha habido en este país (con permiso de Leño), con unas letras de una calidad fuera de lo común, un sonido feroz como pocos y un directo increíble (incluso sus conciertos más flojos eran grandes). Ajenos a poses y a modas, nunca se alinearon en bando alguno y, tal vez por eso, nunca llegaron a ser un grupo de masas. Sin embargo, pueden presumir de contar con una de las bases de fans más fieles que una banda puede tener. Un verdadero enemigoadicto nunca deja de serlo, y la prueba es que ahora que han anunciado su retorno temporal a los escenarios, nos tienen a todos de los nervios esperando las fechas de la gira.

Pero vayamos al grano. El temazo que os dejo aquí es el que da título al disco, editado en 1991, tras esa obra maestra que es La vida mata. En ese momento Los Enemigos eran Josele Santiago (letras, voz, ¡esa voz!, guitarras), Fino Oyonarte (bajo) y Chema "Animal" Pérez (batería). Manolo Benítez, El Cuarto Enemigo, era colaborador habitual de la banda, aunque tuvieron que pasar varios años para que se convirtiera en miembro oficial.

Para ser sincera, "La cuenta atrás" no es mi canción favorita del álbum, y es que es muy difícil elegir una entre tantas tan buenas. Sin embargo, no se me ocurre una apertura mejor para él, y en los conciertos era una especie de… himno (no quería usar esta palabra tan hortera, pero no se me ocurre otra mejor). Bueno, que cuando la tocaban se creaba una emoción muy especial y... Ya entendéis de qué hablo. Quien lo probó lo sabe.

Si escucháis la letra, no es que sea precisamente de buen rollo. Como dice el propio Josele Santiago en Dentro, la magnífica historia de la banda escrita por Kike Turrón y Kike Babas (Zona de Obras, 2001), habla de “el paso de la adolescencia a la madurez, habla más bien del hijo de un banquero o algo así; habla del mundo profesional de las finanzas, de los trepas. Y yo había leído La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe”. Tampoco la música te hace pensar en fiesta salvaje: “Por entonces escuchaba mucho a The Damned, de la segunda época, cuando eran más barrocos; la parte central era lo único que yo sabía hacer al piano, y luego resultó que era clavado a un canon de un tal Pachelbel. Yo no tenía ni puta idea; lo saqué de un disco de los Camel que tenían una frase muy parecida con el piano”.

Pero a mí este tema siempre me traerá a la memoria muy divertidos momentos; muchas noches festivas pasadas en el Saloon (nuestro bar-casa por entonces), bailando y cantando a grito pelado mientras dejábamos que el calimocho y la cerveza (de nuevo la economía de guerra) nos nublaran el entendimiento; conciertos míticos vividos sola o en compañía; un ¿amor? un tanto obsesivo, aunque inspirador y entretenido a su manera. Y además es la canción favorita de mi amiga Marta, que acaba de ser víctima de esta reforma laboral que el Gobierno nos ha metido doblada. Así que a ella va dedicado mi primer post en este blog: porque tú vales, chavala.