Cuando estaba empezando la carrera, trabé relación con una pareja de lo más singular. Él era un rubio platino de ojos azul pálido y cuerpo cultivado en el gimnasio. Ella era una peliroja pizpireta de mirada vivaz y anclada en la moda de los ochenta. Oficialmente no estaban saliendo y se rechazaban sistemáticamente el uno al otro, pero lo cierto es que rezumaban química a espuertas y era muy difícil no percatarse de la tensión sexual que les mantenía en vilo. En público, tenían unas broncas monumentales y sospecho que, en privado, unas reconciliaciones feroces. Alguna vez salí ligeramente escaldada en su juego pasional y conseguí apartarme antes de sufrir daños. No he vuelto a saber de ellos y a duras penas recuerdo sus nombres, pero son los únicos fans de
Terence Trent D'Arby que he conocido en mi vida.
No he seguido mucho al tío trencitas, la verdad... y nunca le había prestado especial atención antes de conocer a la extraña pareja. A mediados de los 90 cuando tomé contacto con sus canciones a instancias de mis compañeros de estudios, Trent D'Arby estaba entrando en declive, y aunque aun no le había dado por cambiarse el nombre arrullado por un sueño revelador, ya despuntaba como un tipo rarete.
Su época de esplendor coincide con su disco de debut, Introducing the Hardline According to Terence Trent D'Arby, que es donde se incluyen sus mayores éxitos. De todos, el que más me gusta es 'Wishing Well'.
Por lo visto el amigo
Sananda Maitreya, que es como se llama ahora, compuso la canción en un estado de duermevela... (se ve que tiene algo chungo con los sueños) y lo cierto es que le quedó un tema de lo más subidito de tono. Vamos, que se levantó más empalmado de lo normal. La letra es sensual y su voz de una calidad indudable. Una suerte de Sam Cooke ochentero bastante resultón...
