Hace un par de semanas acompañé a una amiga y a su hijita de cuatro años a una librería. La niña estuvo un buen rato hojeando varios volúmenes y de pronto llamó su atención uno de princesas de Disney (Cenicienta, Blancanieves y otras de esa banda). Ya imaginaréis que todas las historias acababan con el príncipe pidiéndole la mano y comiendo perdices y blablablá. Como viejuna rancia y gruñona que soy, le dije a mi pequeña amiguita que el cuento me parecía muy aburrido y muy cursi. Y como es listísima, finalmente eligió uno muy molón de una cerdita llamada
Peppa Pig. Estas cosas hay que frenarlas a tiempo, que se empieza por Cenicienta y se termina leyendo las obras completas de Barbara Cartland y Marian Keyes… (con todos mis respetos para las lectoras de ambas y, por supuesto, para Cenicienta).
Entre que nos han contado siempre los cuentos equivocados y que, como dice San Nick Hornby en
Alta Fidelidad (qué pesada soy con este libro), la música pop nos ha hecho creer que el amor verdadero existe, nuestra vida sentimental adulta suele discurrir por los derroteros del desastre. Y esto es lo que le pasa a la protagonista de
‘It’s my Party’ (1963), que se nos queda compuesta y sin novio en su propia fiesta de cumpleaños.
Al margen del mensaje romanticón y llorica, me divierte muchísimo esta canción tan cándidamente sixties, como solían ser casi todas las de grupos de chicas de la época. Básicamente, nuestra sufrida heroína presencia cómo su novio, Johnny, le pone unos cuernacos tamaño XXL con una tal Judy (¡y encima le regala un anillo!) delante de sus morros, y se pasa la fiesta llorando como una magdalena. Si ésta fuera una canción de una banda de
Riot Grrrls, la chica le habría metido el anillo a Johnny por ese orificio que estáis imaginando. Pero ella es Lesley Gore y no tenía una actitud precisamente punki, como podemos deducir de sus canciones y del traje de numeraria del Opus Dei que luce para la ocasión en este vídeo. Pasados los años, Gore reconoció públicamente que era lesbiana y que donde decía Johnny debía decir Shirley o Annie o Mary. Lo cual, bien pensado, es algo bastante punki y valiente dadas sus circunstancias. En todo caso, cuando grabó este jitazo, aún faltaba mucho tiempo para eso.
Pero la cosa no quedó ahí. En el tema
‘Judy’s turn to cry’, la prota tiene su momento de triunfo: Johnny planta a Judy y vuelve a ella con el rabo entre las piernas. Personalmente creo que la canción habría mejorado mucho si terminara con Lesley Gore vengándose de verdad; es decir, mandando al impresentable éste a tomar vientos a Parla, pero bueno…
Aunque fue originalmente grabada por Helen Shapiro, la versión de Gore fue la que alcanzó el reconocimiento mundial. Primer éxito del productor
Quincy Jones, ‘It’s my Party’ se disparó a los primeros puestos de las listas de Estados Unidos y Reino Unido. Realmente, aunque grabó varios discos más, éste fue su mayor jitazo y, honestamente, el único que yo conozco.
Hay un montón de versiones por parte de músicos de diverso pelaje, entre ellos
Amy Winehouse y
Bryan Ferry (no muy interesantes ninguna de las dos, la verdad) o incluso los Sigue Sigue Sputnik, que se curraron una irreconocible y marciana adaptación titulada
‘It’s my Planet’. Aparece, además, en una grandiosa escena de ese clásico de las sobremesas de fin de semana con el que mi hermana y yo nos hemos partido la caja muchas veces,
Este chico es un demonio (¡no todas las referencias han de ser de pelis de culto, oigan!). El maligno pero en el fondo tierno Junior se venga, con toda la razón, de una insoportable y pijísima vecina que le mira por encima del hombro. Ahí os lo dejo. ¡Hagan muchas maldades este fin de semana!